miércoles, abril 05, 2006





Amaneceres y Mañanas

Me despertó el frío y el gris del día, y eso suele taladrarme el alma. Podría haber sido una mañana triste.
Estaba sola, y la casa llena de silencio, por todas partes sobraban puertas. En mi cama, me acurrucaba al dolor que cólicamente me abrazaba bajo el
ombligo.
Luego de un largo rato, después de llamar incansable y mudamente a aquel que siempre sana mis dolores, y que jamás ha estado, me levanté sin mucha fe a buscar consuelo en mi misma: un té de manzanilla, una bolsa de agua caliente, una “palabra en el aire”.Y entre la calidez del agua caliente y la ternura exquisita de la música, comenzó a transformarse la mañana.

A mí llegaron sensaciones vívidas de otras mañanas, en otros días, hace ya años…
Mañanas de camino al colegio, húmedas y grises como aquella, andando, de cara al viento, con el alma liviana y un nudo en el estómago, con la emoción del amor melancólico de los 14 años… mañanas de niñez, en la cama de mis papas, que traían a mi olfato el olor inconfundible de las sabanas tibias y un diario recién abierto…la luz que entraba a raudales con intensidad de otoño por mi ventana me hacía pensar que era aquella la mañana de mi cumpleaños, ese día que era sólo tuyo, y que despertabas con besos, una canción muy conocida, y olor a papel de regalo…Esa mañana, en la que descubrí que un amanecer en la laguna se viste de grises y azules, y se envuelve en bruma para que el primer rayo de sol no sea jamás ignorado…Mañanas escuchando campanadas de iglesia, y un sol tibio que inundaba la galería de la casa de mis abuelos, anticipando las empanadas del almuerzo…O aquella madrugada de Agosto, en que viajaba contra el reloj, observando extasiada como tú, mi niño, y la mañana llegaban juntos a saludar al mundo, y como para recibirlos, la tierra mostraba sus colores brillantes, recién lavados…

Y de pronto, caí en cuenta, que mi casa estaba llena de aquellos que están también en mi alma. Comprendí que es eso lo que tienen los hogares…sus muebles y paredes están impregnadas de la emoción de aquellos que allí habitan. Me sentí en mi hogar.
Podría haber sido una mañana muy triste, pero no lo fue.
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